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  • Foto del escritorJuan Bauzá

Metáforas universales



Uno de los valores principales de las metáforas universales es su capacidad, una vez creadas, de seguir desvistiendo el futuro y desnudando la verdad infinitamente. A menudo las usamos para comparar con situaciones de nuestro diario vivir. Fulanita mencionó el nombre y aquello fue abrir la caja de Pandora. Ese noviazgo entre fulanito de Vista Hermosa y fulanita de Berwin es como entre Romeo y Julieta. Se aplican igualmente a situaciones más amplias, de contextos mayores. Decir, por ejemplo, las tensiones entre Ponce y Juana Díaz subieron de tono cuando el alcalde de Juana Díaz advirtió que cualquier intento por Ponce de tomar Collores sería cruzar el Rubicón. Igualmente, podríamos decir que cuando queremos señalar en una persona un carácter demasiado reflexivo y falto de voluntad para tomar acción, decimos que es un Hamlet.

 

Pocas metáforas universales provenientes de la literatura han sido tan usadas como la de Don Quijote y Sancho cuando hacemos referencia a la enajenación de la realidad. Esta metáfora captura mejor que muchas ese momento trascendental de la vida de algunos cuando su mundo deja de ser pertinente, deja de ser posible, deja incluso de ser real, quedando atrapados en un pasado que ya no existe pero cuya realidad es más firme para ellos que la realidad corroborable. Se trata de la lucha de un pasado por permanecer presente, de una realidad que ja devenido en ideal. Cuántas veces no hablamos de un quijotada para referirnos a la acción de alguien que actúa de forma idealista, es decir, sin tomar en consideración la verdad de las cosas. Pensamos con cierto cariño que dicha persona vive en un mundo distinto al real, donde las cosas permanecen en un estado ideal y no responden a la ley natural del cambio. Pero no sólo individuos sufren estos delirios. colectivos enteros, pueblos, naciones y sus líderes también pueden ser víctima de esta quijotización cuando actúan fuera del marco de las realidades circundantes.

 

Pocas veces en la historia hemos tenido un ejemplo tan palpable de dicha metáfora universal aplicada a la política internacional como en este momento trascendental de la historia mundial cuando muere un viejo orden y uno nuevo está por nacer. Los Estados Unidos, personificado por su decrépito presidente, y su patético adlátere, el Reino Unido, personificado en la figura de su primer ministro no electo, forman hoy una evidente pareja quijotesca, galopando por un mundo de fantasías e intereses caducos que intentan mantener con vida a toda costa, aunque ello implique ponerle fin a la Historia. En pocas semanas hemos visto quedarse solas estas dos naciones en su interacción con los problemas del mundo, creados en su totalidad por su propio afán por mantener un orden mundial basado en la explotación de unas naciones y en los privilegios de otras.

 

Casi da pena ver a los funcionarios estadounidenses correteando de arriba para abajo por el mundo entero afanados en hacer que permanezca el orden establecido al final de la Guerra Fría. Cuando observamos la infraestructura de los Estados Unidos, sus ciudades, sus conflictos sociales, su política de guerrilla, vemos a un Don Quijote seco de carnes, enjuto de rostro, con las ropas raídas y casi muerto de hambre. Cuando observamos su poderío militar, que en la guerra de Ucrania demostró no ser ese gran Juggernaut que decía ser, comparado con el poderío de las nuevas naciones en ascenso la hegemón (China, Rusia, Irán), vemos el morrión sin celada y las armas antiguas tomadas de orín y llenas de moho. Cuando analizamos la capacidad industrial de los Estados Unidos y sus aliados, vemos al caballero andante viviendo del cuento y de las glorias pasadas.

 

La hegemonía de los Estados Unidos y Occidente en el mundo está en rápido proceso de disolución y quiebra. Por todas partes se descosen los hilos de ese tapiz de control financiero y militar que lleva décadas sofocando a la Humanidad. Por debajo, a modo de polilla, las naciones sofocadas por este imperialismo hegemónico del “mundo basado en reglas”, vienen socavando los fundamentos de su poderío y solo ahora comienza a verse su demolición acelerada, demolición que parece casi controlada por la prudencia de las nuevas potencias para evitar que su caída destruya al mundo.

 


La pobre calidad de los equipos de guerra de las potencias occidentales, vendidos en la prensa y en la opinión internacional como los equipos más sofisticado del mundo contra los cuales no hay competencia, ha sido vencidos, demostrando en las estepas ucranianas ser endebles y raquíticos y víctimas fáciles de la rasputitsa. Además, el mismo conflicto ha puesto en evidencia que tanto los Estados Unidos como sus vasallos europeos u asiáticos no tienen la capacidad industrial para enfrentar militarmente a los gigantes de Rusia y China. Allí cuando Estados Unidos puja por producir 80 mil balas de 155mm al mes para su artillería, Rusia produce cerca de medio millón para la suya; allí donde los tanques Leopard, Challenger y Abrahams han salido a la batalla, demostrando ser demasiado delicados para las salvajes condiciones de guerra en Ucrania, los T-80 y T-90 rusos, altamente tecnológicos también pero de mecánica más análoga y de fácil reparación, los han aplastado; asimismo, en la competencia de sistemas antiaéreos entre ambos contendientes, los sistemas Patriot lucen casi de juguete comparados con los sistemas rusos S-300, S-400, S-500, Buk, Pantsir, etc., que han inutilizado a la fuerza aérea ucraniana.


 

Por otra parte, en el Medio Oriente, en el barril de pólvora perpetuo creado por la presencia artificial del Estado de Israel, también las potencias hegemónicos hacen despliegue de su debilidad. Pese a ser retados en las aguas del Mar Rojo por la nación más pobre del planeta, y en los desiertos de Siria por milicias informales, no han logrado hacer frente a dichos retos, mostrándose ante el mundo incapaces de enfrentar las nuevas circunstancias, pese a la desproporción de su poderío militar.  Por mucho que Estados Unidos y el Reino Unido han bombardeado a la paupérrima nación de Yemen, no han logrado su propósito de desbloquear el Mar Rojo barcos israelíes o con destino a Israel. Igualmente fracasada continúa siendo su intención de neutralizar las milicias proiraní en Iraq. Estamos ante la develación de un tigre de papel. Estamos ante el cuadro del fortachón abusador que repartió puños, patadas y bofetadas por el mundo durante 30 años, subyugó a todos, y se sentó a comer Burger King y McDonald’s. Ahora está fofo y sin fuerza ni agilidad para afrentar a los mismos contrincantes de antes que regresan fortalecidos y tofes. Cuando hablamos de metáforas universales, otra viene aquí como anillo al dedo al recordar la inocencia de aquel niño ficticio en aquella parada ficticia que tuvo la osadía de gritar: “¡El Emperador está desnudo!”



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