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  • Foto del escritorJuan Bauzá

Libertad e igualdad: enemigas mortales




La desigualdad es parte inherente de la condición humana. No sólo nacemos biológicamente distintos, siendo unos más capaces para sobrevivir que otros, sino que nuestra convivencia social, cultural y económica ha creado infinidad de desigualdades que nos afectan a diario y nos separan. La desigualdad humana, sin embargo, es un mal que no se combate con inyecciones de libertad concentrada. La idea de que, mientras más libres somos, mientras más independientes de cualquier ley, estatuto, regla, restricción o atadura más capaces seremos de alcanzar la igualdad entre los humanos, es una idea que la historia nos demuestra como absurda y fantasiosa. Desde luego, no pensemos en el eremita que vive solo en la montaña en libertad e igualdad consigo mismo. La libertad y la igualdad son conceptos sociales.

De hecho, también la historia nos demuestra que la libertad y la igualdad son conceptos que se repelen entre sí. Cuando más libre es una sociedad, más se acentúan en ella las desigualdades; cuanto más igualitaria es, también es menos libre. Para ejemplo del primero caso tenemos la sociedad laissez affaire de la Inglaterra del siglo XIX, la de Charles Dickens, la de la pobreza rampante y la epidemia de niños dejados en las calles por las deudas de sus padres presos por ellas. En el otro extremos tenemos la distopia de la igualdad absoluta de los tiempos del marxismo como doctrina de estado, principalmente en la Unión Soviética y los países del bloque soviético, cuando la libertad se suprimió de manera muy amplia. Ambos sistemas, para beneficiar una de las causas, recurrieron a la restricción de su causa opuesta: el estado restringe la igualdad en el primer caso en aras de la libertad absoluta, y el estado restringe la libertad en el segundo caso en aras de igualdad absoluta. En este tira y jala de conceptos beneficiosos pero opuestos, nos preguntamos, ¿cómo hacer para tenerlos ambos, quizás no de forma absoluta, pero en la mayor cantidad posible? La experiencia contemporánea e histórica, nuevamente, sale al rescate, demostrándonos que lo único capaz de garantizar el equilibrio, de encontrar el punto de balance entre estos dos ideales, es una educación bien dirigida y un sistema legal firme.



Igual que un sistema de educación defectuoso y una academia especulativa han sido para muchas naciones fórmulas de disolución social y ecuaciones para fomentar pobreza, para otras, en nuestros tiempos, la educación bien dirigida y el rigor de la academia han sido ejes de desarrollo económico y ecuaciones para erradicar pobreza. En los casos de China y Rusia, ambos gobiernos que, por experiencia histórica, comprendieron que el problema de la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos que plantea el sistema capitalista surge del hecho de que las destrezas productivas se concentran en un sector minoritario de la sociedad que tiene acceso a niveles superiores de educación, debido, precisamente, a su riquezas, es decir, a su desigualdad. La única forma de evitar la acumulación de riquezas dentro de un sistema capitalista sería entonces diseminando las destrezas productivas entre las mayorías, democratizarlas realmente, lo cual sólo se logra mediante una educación bien dirigida. De modo que, comprendiendo que las libertades individuales sólo pueden aumentar y tienen sentido en la medida que la mayoría adquiere las destrezas productivas necesarias para contrarrestar las desigualdades que la libertad promueve naturalmente, comprendieron que era prioritario para sus sociedades, dado el estado de precariedad económica en que se encontraban, mejor educación que mayores libertades. Y a eso se dedicaron por las pasadas décadas, a repartir destrezas productivas como forma de contrarrestar las desigualdades que traerían las libertades que eventualmente también se repartirían. A este fin, ambos países, junto con otros tales como India e Irán, llevan ya casi dos décadas sobrepasando a los países de Occidente en cantidad de ingenieros y especialistas STEM que gradúan sus universidades anualmente. Y a este fin también, estos países cuentan con instituciones educativas del más alto nivel, preocupadas más en repartir destrezas productivas que en garantizar una lista de igualdades y libertades que más bien les resultan hipotéticas.



En el campo de las leyes, recordamos a Solón, uno de los Siete Sabios de Grecia y destacado gobernante, quien previó el deterioro de la democracia ateniense hacia un sistema político de reyertas que no producía beneficios para la sociedad. Al preguntársele en qué consistía el orden político y social, contestó: En el hecho de que el pueblo obedezca a los gobernantes y que los gobernantes obedezcan a las leyes. Una fórmula simple, sencilla y práctica, cuya infracción demuestra que el sistema se ha quebrado. Desde luego, el gobierno posee los mecanismos para atender el problema del pueblo que no obedece a los gobernantes. Sin embargo, en un sistema totalmente corrupto y politizado cuyo gobierno deja de obedecer las leyes, el pueblo carece de mecanismos para atender este problema más allá de la pantomima de “elecciones libres”, totalmente compradas por quien tiene, claro, el bolsillo más hondo, y que ya no son democráticas en el mejor sentido de palabra tan manoseada. Parte de los grandes cambios políticos en China y en Rusia están dirigidos a demostrarle a sus sociedades que sus gobiernos sí están comprometidos con obedecer las leyes, lo que ha llevado a la eliminación de las mafias y los mafiosos que mandaron en Rusia durante la transición de la Unión Soviética a Putin en los años 90, así como a la lucha constante de China contra la corrupción en su gobierno, la cual castiga con severidad.

El tan necesario balance que la sociedad debe alcanzar entre libertad e igualdad necesita de un sistema legal firme, que respeten tanto ciudadanos como gobierno, y un sistema educativo bien encauzado. La experiencia de hoy nos enseña que esa democracia a la americana que ni los “americanos” practican, pero que le exigen al resto del mundo su estricto cumplimiento, no representa ni de lejos la panacea de la libertad y la igualdad a la que tanto se aspira. En otros lugares del mundo y otras sociedades, lugares que ahora son anatema para muchos por demostrar con buenos resultados los malos resultados del otro, allí, en estas sociedades, han estado buscando alternativas a esta disyuntiva, y las están encontrado.

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