Habría que pensar que, además de falta de capacidad, experiencia y cultura, algo adicional está actuando en contra del Gobernador y su gobierno que no ha sido justamente identificado, algo ajeno y poderoso que se siente vengativo o rechazado. Es cierto que algunos nos sorprendimos durante aquellos primeros meses de su incumbencia, cuando el Gobernador demostró tener más en la bola de lo que su campaña política anticipara. María, sin embargo, sacó la verdad a flote, dejando en evidencia la total falta de competencia del político electo. No sólo carecía de preparación y liderazgo para gobernar cualquier país, mucho menos uno en crisis, sino que su evidente laxitud de principios le abrió las puertas a toda clase de elementos corruptos que se han lucrado y lucran de nuestra desgracia.
Del huracán para acá el Gobernador sencillamente no ha logrado sacar los pies del plato. Se poncha una y otra vez, zumbándole a los peores lanzamientos y dejando pasar todas las rectas. Ha sido incapaz de solucionar los problemas más simples, convirtiéndose en un verdadero mago que transforma cualquier solución en un nuevo problema. Aunque sorprendan, todas estas cosas eran de esperarse.
No obstante, de un tiempo a esta parte vemos algo adicional que ha comenzado a accionarse, un elemento nuevo se ha interpuesto, algún otro mecanismo está actuando sobre él y sobre todo lo que hace de manera que nada, absolutamente nada, tenga resultados positivos. ¿En qué momento fue realmente que se desencadenaron estas fuerzas ocultas, que tienen descabezado al Gobierno de Puerto Rico y al Gobernador hecho una cabeza metida en un saco que habla sin razón ni sentido? Sabemos que nadie, aunque lo intente, puede ser tan inepto; sabemos que nadie, aunque se esfuerce concienzudamente, logra alcanzar tales niveles de incompetencia y mediocridad en una posición como la de dirigente del gobierno de un país; sabemos que nadie consigue alcanzar tal perfección de inoperancia si no es porque está bajo la influencia de algo superior que lo avasalla.
Con el propósito de descubrir este misterio, un grupo de especialistas en el área de la cultura y la parasicología, preocupados también por el paradero de los tesoros culturales del pueblo de Puerto Rico en manos del Gobierno Millenial, nos hemos reunido en cónclave y decido llegar al fondo de este enigma. En busca de la génesis de esta decadencia suprema, hemos realizado un análisis exhaustivo de todas las fotografías publicadas por La Fortaleza desde la incumbencia del actual Gobernador, y hemos descubierto que, desde del 15 de agosto del 2018, no se sabe nada del San Juan Bautista Niño, talla en madera policromada del siglo XVIII de la escuela escultórica cuzqueña, el cual, desde su consola con patas de águila estilo Imperio, ha velado sobre la gestión de los gobernadores de Puerto Rico en La Fortaleza desde tiempos inmemorables.
Las razones para la ausencia del San Juanito pueden ser variadas. La mejor sería que fue removido para darle un tratamiento de conservación, o para restaurarlo de alguna caída causada por algún codazo o mal paso, del Gobernador o sus niños, o de los muchos que pasan por ahí para tomarse las dichosas fotos que tanto suben a las redes sociales. La segunda mejor sería que fue removida por motivos cautelares, conociendo los regueros que monta el Gobernador en su oficina, y tal vez a sabiendas de la torpeza física o los traspiés que dicho reguero puede causarle.
No obstante, la razón más probable es que sencillamente, tanto el Gobernador como la Primera Dama carecen del nivel cultural mínimo requerido para apreciar dicha pieza, pareciéndoles grotesco, tosco, ordinario, muy lampiño y a la antigua el San Juanito. Desde luego, también puede que exista un elemento metafórico (conociendo la gran afición del Gobernador por las metáforas), y que, por el mero hecho de ser un San Juan Bautista Niño, la presencia detrás suyo lo hiciera sentirse velado, sometido, simbólicamente, a la supervisión de San Juan Bautista, que, a su vez, era la Alcaldesa de la ciudad de San Juan Bautista. Nadie se espante ni crea exagerado pensar que, en la mente ya febril de un gobernador a la defensiva, pudo haberse dado ese momento de locura, quizá activado por alguna pesadilla en la que el San Juanito se convertía en una Carme Yulín Niña que lo fiscalizaba continuamente, y que cobraba vida cuando él se dormía, andando suelto por la oficina averiguándolo todo…
Los expertos que hemos estudiado el caso opinamos que, aunque tal vez en un principio el Niño pensara que su remoción sería temporera y por razones de preservación, tras siete meses de covacha sin que nada pase, y tras ver en su lugar primero dos gorras de pelota, y luego unas pelotas de béisbol alrededor de la figura de un Quijotito de lo más feo que puede imaginarse, sencillamente el San Juanito no lo ha tomado bien, lo cual ha desatado su cólera, por no decir su ira furibunda.
Desde entonces, no ha parado de llover para el Gobernador, convertida su gestión administrativa de los últimos meses en un rosario de fracasos y calamidades que ya casi hasta pena da. Todo apunta a que esta ira del San Juanito, sobre todo al percatarse de su sustitución definitiva por el mamarracho de Quijotito, es la responsable no sólo del descalabro general que vive el gobierno hoy, sino inclusive del cambio de apariencia física del Gobernador, cada vez más alejado del estilo lampiño del Niño y más cercano al estilo barbudo del viejo Quijote, sólo que ahora (¡venganza suprema del San Juanito!) convertido en una versión a la inversa del original: donde hay verdaderos monstruos y gigantes, él sólo puede ver molinos.
Nosotros, el grupo de expertos y especialistas que hemos realizado los estudios y alcanzado estas conclusiones, le aconsejamos encarecidamente al Gobernador que devuelva el San Juanito a su lugar, no sólo por el bien de Puerto Rico, sino para que al menos sea capaz de recoger los escombros de su gestión y dejar a su salida de La Fortaleza un rastro mínimo de dignidad ante las circunstancias. También satisficiera nuestras preocupaciones, como ciudadanos interesados en la preservación de los tesoros culturales del pueblo de Puerto Rico, poder ver de nuevo la figura del San Juan Bautista Niño del siglo XVIII y constatar que se encuentra en buenas condiciones.
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