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  • Foto del escritorJuan Bauzá

Inspección ocular

Ojo
Semáforos rotos
Contreras
Boquete

A casi un año de María, resulta sorprendente la cantidad de semáforos inservibles y cráteres descomunales que siguen poblando las carreteras del país. Por eso sorprende cuando escuchamos al señor Carlos Contreras, Secretario de Transportación y Obras Públicas y también Director de la Autoridad de Carreteras, encargado de restablecer el funcionamiento de unos y de eliminar la existencia de los otros, decir por la radio que todo anda miel sobre hojuelas. Lo cierto es que, si no fuera por la corrección política y el prurito que imponen hoy las redes sociales, hace rato que hubiéramos clamado: ¡Oye, pero este señor está ciego!

Sabemos de sobra que ser no-vidente en nuestra era y sociedad moderna no debe ser obstáculo para ejercer un gran número de actividades y profesiones. En el servicio público mismo seguramente sean muchas más las posiciones que un no-vidente puede ejercer que las que no puede, desde la alta gerencia hasta cargos clericales. Sin embargo, existen otro gran número también de actividades y profesiones que un no-vidente está imposibilitado de ejercer. Un no-vidente podrá ser un buen o mal político, pero jamás podrá ser crítico de arte; podrá llegar a ser un gran diseñador de aviones o de carros, pero jamás podrá ser piloto o chofer de ellos; podrá ser un estadístico o matemático genial, pero jamás logrará hacer el salto a lo alto con pértiga.

Así que, cuando el gobernador Ricardo Rosselló nombró al ingeniero Contreras para dirigir dos de las agencias más visuales, más materiales y más física que tiene el servicio público, tuve una duda que contuve, y que seguramente también contuvieron muchos compatriotas nuestros. Nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde debe llegar la capacidad de inspección de un alto ejecutivo de agencia gubernamental, ni tampoco hasta dónde llega la capacidad de un no-vidente moderno para ejecutar acciones verdaderamente sorprendentes. No obstante, en aras de darle tiempo al tiempo para que se manifestara el evidente desacierto, no dije ni dijimos nada.

Tras el paso de María y los destrozos que dejó en la red de transportación, obras públicas y carreteras, todas dominio del ingeniero Contreras, ha quedado evidenciada la necesidad de que el director de dichas agencias sea capaz de realizar inspecciones de semáforos, carreteras, alumbrados, etcétera, él mismo de cuerpo presente, ya que es muy posibles que los responsables de dichas inspecciones, aprovechándose de su ceguera, le estén pasando gato por liebre. Porque el señor Contreras podrá hablarle a la prensa con conocimiento de todas estas materias como si él en persona las hubieras cotejado, pero la realidad es que depende de un ejército de ayudantes y asistentes, quienes son jueces de sus propios actos y muchas veces los responsables de que no se realicen las gestiones.

Ya casi podemos imaginarnos la escena cuando al ingeniero Contreras le da con hacer una inspección “ocular” de las condiciones de los semáforos, las carreteras y el alumbrado público. Lo primero será rodearse por su séquito de ayudantes, unos para ofrecerle la información de la inspección, otros para corroborarle la verdad de la información y unos terceros para corroborar la corroboración. Aún así, Contreras estará ajeno al pacto de complicidad y silencio que harán todos entorno a él con sus miradas y sus gestos, a su plan de acción común que incluirá llevarlo en guaguota, con los mejores amortiguadores y las más avanzada tecnología para aislar el interior del sonido exterior, tal vez la descartada guagua blindada del Gobernador que andará rodando de agencia en agencia. Así podrán cruzar badenes o atravesar cráteres a toda velocidad sin que adentro el Secretario se inmute, y podrán fingir estar detenido en una luz inexistente sin que los bocinazos de los carros detrás penetren el entorno sonoro.

“Vayamos a la luz de la parada 18 en la Ponce de León,” comandará el Secretario, y hacia cualquier lugar se dirigirán a velocidades cósmicas su caravana. “Aquí estamos y está funcionando. ¡La acabamos de pasar!” le mentirá cualquiera de sus ayudantes camino a la próxima. Tarde o temprano le extrañará al Secretario que todos los semáforos estuvieran verdes al momento de cruzarlos, pero no dirá nada por temor a que su gente de confianza vaya a pensar que desconfía. También le extrañará la absoluta suavidad de las calles y carreteras por las que transitaran en la inspección ocular, sin saber que han estado dándole la vuelta en círculo por las mismas calles asfaltadas, pero confiará de que por fin se esté cumpliendo con los estándares requeridos por ley en cuanto a la brea. Tampoco se enterará en su inspección ocular de que el alumbrado de las vías está en ruinas, ni de lo mucho que semeja la oscuridad de nuestras ciudades hoy a la oscuridad de las viejas capitales comunistas durante los tiempos soviéticos.

Es síntoma de un estado fallido delegar en un no vidente la dirección de la agencia que más gestiones videntes tiene a su cargo, y que implica la mayor cantidad de inspecciones “oculares” que el jefe debe realizar, por muy complacidos que estén sus acólitos y ayudantes con la labor que se está realizando. Ni es justo para el Secretario, ni es justo para el país.

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