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El parto moral de Occidente

  • Foto del escritor: Juan Bauzá
    Juan Bauzá
  • 24 sept 2024
  • 3 Min. de lectura

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En Occidente, es decir, Estados Unidos, Europa y sus zonas de influencia, se estableció tras el fin de la Segunda Guerra Mundial el concepto de vencedores y vencidos como equivalente al concepto moral de buenos y malos. Las fuerzas de la libertad y la humanidad, los buenos, vencieron a las fuerzas del fascismo europeo y japonés, los malos.

 

De esta lucha surgieron dos potencias en competencia por la hegemonía mundial, ambas en el bando de los vencedores, Estados Unidos y la Unión Soviética. El poder hegemónico estadounidense, en su necesidad de demostrar de continuo que está del lado de los vencedores y, por tanto, de “los buenos”, optó por convertir a su antiguo aliado en la guerra en su nuevo enemigo en la paz, de lo que surge la Guerra Fría. Con este fin, se falseó la historia. Asistidos por los medios de comunicación y publicidad, incluyendo el medio más influyente del momento, el cine, se convenció a los ciudadanos de Occidente de que los únicos buenos, los verdaderos vencedores de aquella gran guerra mundial, fueron ellos, ellos quienes doblegaron a la bestia nazi, ellos quienes apagaron el sol naciente japonés, relegando la Unión Soviética a un papel secundario en dicha victoria, y hasta dicho papel gracias a ellos. Esta fue la narrativa que se impuso y la prevaleciente hasta el presente en esta parte del planeta, narrativa que se contrapone a la realidad incuestionable de que fue el ejército rojo quien destruyó el 80% del ejército alemán. De modo que, discretamente, a lo sucusumucu, se sacó a la Unión Soviética del bando de los vencedores de manera que pudiera convertirse en el nuevo “malo de la película.”

 

Pese a la verdad, y asistidos por esta narrativa ficticia, se creó un nuevo régimen moral, retomado de los años 30 y basado ya no en la lucha contra el fascismo sino en la protección del sistema económico. Quienes favorecían la “libertad económica”, es decir, el sistema capitalista, eran “los buenos”, mientras los favorecedores de “la esclavitud económica”, es decir, el sistema comunista, eran “los malos”. La democracia importaba solamente en la medida que se favorecía a “los malos”.

 

El colapso del proyecto soviético a finales de los años ochenta, presentado en Occidente como la nueva “derrota de los malos”, puso fin a esta dialéctica. Quedando en posición hegemónica de poder absoluto, el discurso de los vencedores capitalistas fermentó durante los próximos treinta años, apenas retado por “malos” de segunda estirpe fácilmente doblegables, las “redes de drogas”, el “fundamentalismos islámico”, los “regímenes dictatoriales”, entre otros. Desde luego, la necesidad de “los buenos” seguir encontrando “malos” para justificar su poder hegemónico y su industria armamentista los llevó durante las pasadas tres décadas a cometer incontables abusos y a emprender crueles guerras de baja intensidad contra enemigos imaginarios unos y creados por ellos otros, dejando en el camino millones de muertos inocentes.

 

Los conflictos en Ucrania y en Palestina han abierto hondas fisuras en este discurso de base moral, creando profundas dudas respecto a su validez. En este proceso de quebrarse la espalda de la narrativa dominante, la tecnología y los medios de comunicación modernos han jugado un papel crucial, dejando en evidencia su falsedad, mostrando lo que los medios corporativos, en su complicidad, le ocultan a la población.

 

Si para un individuo resulta difícil aceptarlo, para una sociedad es casi imposible reconocer que se encuentra del lado equivocado de la historia, y mucho menos ser “el malo” así de repente. En un shock moral. Pese a ello, en la medida que la verdad de los hechos desnude la falsedad de la narrativa, y en la medida que avancen las derrotas de ucranianos e israelíes en los campos militar y diplomático, la razón y lógica los llevará por necesidad a cuestionarse quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos” en esta historia. Y si, como hasta ahora, se aplica la lógica imperante de que los vencedores son siempre los buenos y los vencidos siempre los malos, ¿significan entonces estas derrotas que se está del lado de “los malos”?

 

En efecto, ocurre en Occidente un difícil parto moral. La carnicería de Israel y Estados Unidos en Gaza y su segura derrota en una guerra regional, lo mismo que la derrota militar inexorable de Ucrania y Estados Unidos en el teatro europeo, son contracciones y dolores de parto naturales del cambio de paradigma que ocurre con las dinámicas geopolíticas, dinámicas que, en última instancia, configuran las bases morales que rigen la Humanidad. Ante esta realidad, veremos cada día ser más los ciudadanos de acá, de Occidente, aceptar, enfrentados a la difícil cuestión moral, ser ellos, al parecer, en esta ocasión, quizás, los malos de esta película.

 
 
 

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