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  • Foto del escritorJuan Bauzá

Día segundo de la tormenta económica


Negro encojonao

Parece que todavía estamos en la etapa de las ráfagas ciclónicas que preceden la tormenta en todo su apogeo. De vez en cuando una noticia, un gobernador afligido que nos aflige más con su aflicción, una advertencia de Casa Blanca que teme que le caiga en la falda la papa caliente, un nuevo desprecio de un Congreso recalcitrante y racista que se queja que el esclavo atado de pies y manos no sabe nadar. Ráfagas ciclónicas todas. Todavía ninguna es viento sostenido. Si la crisis económica fuera un huracán categoría 5 en la vida real, el ojo estaría al sureste de Vieques moviéndose en dirección noroeste a un octavo de milla por hora, pautado para entrar por la costa este de la Isla, entre Ceiba y Humacao, a comienzos del mes de julio.

Mientras tanto, acá hoy, después de varios días de lluvias, inundaciones y derrumbes y de salir el sol casi todo el día en la ciudad capital, no ha pasado nada. Todo han sido ventiscas, y sólo si escuchas la radio o lees la prensa. Por la calle ninguna señal del descalabro distinta a las de ayer ni se escucha a nadie comentar la situación, pero tampoco es anduviera del tingo al tango el día entero con la oreja parada pendiente al cuchicheo callejero.

Mi único encuentro social hoy, si es que a aquello pudiera llamársele encuentro y mucho menos social, fue con una persona sin hogar, vagabundo que antes les llamaban, ubicado en una parada de guagua de la Avenida Ashford junto con sus dos cachorritos satos que le acompañaban, como es uso y costumbre de las personas sin hogar en esta zona turística de la ciudad. Ante la pregunta de mi compañera de si podía sobar los perritos, el personaje, un hombre negro de unos cincuenta y tantos años, andrajoso y sin aseo, nos miró como si le hubiésemos dado de beber un vaso con vinagre. Interpretamos aquella expresión como desconocimiento del lenguaje, pero cuando al repetir la pregunta en inglés, con cara como si hubiésemos dado del cuerpo sobre la imagen de su progenitora, nos respondió también en inglés con una grosería que no repetiré aquí por ser éste un blog de gente decente, con la cual pretendió negarnos el permiso de tocar a sus cachorros arguyendo que él no andaba pidiéndonos permiso a nosotros para tocar los cachorros nuestros (que no sabría yo a cuáles se refería), supe que había entendido desde un principio mi pregunta en español.

Aunque era evidente que aquel hombre tenía la azotea atestada de cachivaches, no pude contenerme la obligación de recordarle que en Puerto Rico la gente no se trata una a otra de esa forma, sobre todo entre desconocidos, que aquí tenemos modales y que maneras y hay maneras de decir las cosas sin ofendernos, y que si su modo de proceder eran con aquella hostilidad, seguro debía considerar volver a su país de origen para que le saliera con esas bajezas a los suyos y no a quienes le hemos acogido y dado un lugar cálido en el mundo para estar, porque algún día le saldría con la misma insolencia a uno menos pacífico que yo que le recordará para siempre la importancia del buen trato entre los humanos.

Aunque me consta que no estamos inmunes a este mal de la carnepuercada, (con trofeítos como la Durota Ortiz o la tirapizza de Domino’s de la Loíza que tenemos en el clóset guardados nadie puede reclamarlo), de que no es la norma, no la es, y por regla general somos gente de buenos tratos y modales. A mí me llena de encanto saber que todavía la mayoría de los puertorriqueños damos los buenos días, pedimos la bendición y deseamos el buen provecho, después de todo lo que nos han hecho como pueblo, los propios nuestros y los de afuera, que es como para estar la población entera aborrecida. Me pregunto si mi reacción respondió a una híper sensibilidad que me causa el advenimiento de la catástrofe económica, o a una necesidad que siento como hombre puertorriqueño de mi tiempo de multiplicar los gesto en mi vida que propendan a defender esto de aquí que es nuestro, nuestra isla, la cual nos pertenece por derecho natural y ancestral, ante la agresión que se avecina.

No sé. En todo caso, esa sería mi ráfaga huracanada de hoy.

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