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  • Foto del escritorJuan Bauzá

Dos caminos



Dos caminos hacia el futuro nos ofrece la historia, y sólo uno prevalecerá. Ambos, desde luego, son mutuamente excluyentes. El primero lo conocemos, lo hemos desandado y forma parte de nuestro devenir. Es el camino del globalismo, de la potencia hegemónica, de la cultura homogénea occidental sobre las demás culturas nacionales y del poder que emana de elites capitalistas que hoy gobiernan el llamado “mundo libre”. Por este camino encontraremos el sistema financiero internacional del dólar, el Great Reset de Klaus Schwab, su World Economic Forum y Davos, junto al Open Society que propone el millonario George Soros. Por aquí veremos igualmente la ideología woke y el postmodernismo a ultranzas, la vacunación compulsoria, la huella de carbón, el CBDC (Central Bank Digital Currency) y la sumisión internacional a un “orden basado en normas” establecidas por elites occidentales en nombre de la libertad y la democracia. Ésta ha sido la ruta dominante en el plano internacional por los pasados treinta y tantos años, con los Estados Unidos a la cabeza, por supuesto.


El segundo camino que nos propone la historia podemos llamarle del civilizacionismo, es decir, el camino de la soberanía no sólo política y económica de los pueblos, sino de la soberanía cultural y la libertad de cada civilización para crear los parámetros y paradigmas de su propia cultura, los ejes de su propio desarrollo social y su propio progreso económico. Es el camino de la multipolaridad, de la colaboración internacional para el desarrollo colectivo, sin trabas, sin sobornos, sin corrupción obligatoria, sin condiciones injustas, sin la imposición del bienestar de los pocos a costa del malestar de los muchos. Por este camino encontraremos también contrariedades, la moneda digital, los sistemas de reconocimiento facial, el sistema de crédito social y otros sistemas que resultan chocantes al compararse con las actuales pretensiones de libertad máxima en las naciones de Occidente. No obstante, por esta ruta encontraremos también soluciones colectivas a problemas planetarios. Es el mundo de los BRICS, del Shangai Cooperation Organization, de la desdolarización, de la lógica, la razón, la causalidad y la biología. A la cabeza de esta segunda opción se encuentra China, y su proyecto emblemático Belt and Road Initiative, una red transnacional de rutas comerciales terrestres y marítimas a través de 151 países para fomentar el intercambio económico y la colaboración cultural, social, gubernamental y tecnológica. Unido también a esta segunda opción histórica se encuentra el mayor productor de materias primas del mundo, Rusia, quien se enfrenta militarmente a Occidente por el tema de Ucrania y en quien recaerá la responsabilidad de demostrar que el rey está desnudo.

Un evento transformador ocurrido el pasado mes de marzo selló la suerte de la historia por venir, tal vez el mayor evento histórico desde la caída de la URSS, o incluso desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El encuentro ocurrido en Moscú entre el presidente chino Xi Jin Ping y el presidente ruso Vladimir Putin escogió el futuro por nosotros, el camino que seguirá la historia. La alianza tecnológica, estratégica, económica, energética y militar creada en esta reunión le pone un fin definitivo a aquel anunciado “fin de la historia” que vislumbraba un mundo hegemónico unipolar per secula seculorum. Difícil tarea será querer detener este proceso de transformación radical en las relaciones entre los pueblos, y más que nada, en las relaciones de los estadounidenses tanto entre sí y con el resto de la Humanidad.

Por supuesto, este un mundo que se pensó para siempre no se apagará silenciosamente, y tal vez nadie viva para contar el paso a la siguiente fase histórica porque la negativa de este mundo a morir nos arrastre a todos con ella hacia la muerte. Pero en caso de supervivencia y que sí lo logremos, vale destacar que será un mundo de grandes reajustes para todos, en particular para los estadounidenses, en el que la mayor parte de su clase media alta y alta será clase media, media baja. Mientras tanto, el resto de las naciones hoy en desarrollo, liberados del hegemón, lo alcanzarán finalmente, y podrán mirarse unos a otros de frente sin el temor de antes a la imposición o el soborno político de unos sobre otros. Si los que hoy sucumben aceptan el tiempo del cambio y el proceso de dejar de ser la fuerza dominante, viviremos tiempos mejores en todo el planeta; si no lo aceptan, desaparecerá la civilización humana, y quienes sobrevivan apenas tendrán para imponer su hegemonía palos y piedras.



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