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  • Foto del escritorJuan Bauzá

El fin de la confianza

Actualizado: 1 mar



Tarde, por confiado, y con profundo bochorno, vengo a comprender el nivel de mentira y desinformación que promueve la prensa corporativa de Estados Unidos y Occidente. Este entendimiento ha repercutido en mi cerebro con una sacudida de la cual será difícil recuperarme. La pérdida absoluta de confianza en la información que proveen los medios tiene para mí, por supuesto, repercusiones intelectuales individuales que me fuerza, como escritor al fin que aspira encontrar la verdad, a buscar vías alternas hacia ella. No obstante, cuando esta pérdida absoluta de confianza en la información que ofrecen los medios alcance una masa crítica entre las poblaciones de los países que la consumen, las repercusiones serán distintas, y serán masivas, y cambiarán de base las sociedades.


Por supuesto, siempre ha de esperarse que gobiernos y políticos mientan. Nada nuevo ahí. Pero que mienta la prensa al mismo nivel que los políticos y gobiernos, eso deja a la sociedad básicamente desamparada, inerme. A su responsabilidad de contrarrestar la información falsa, de descubrir la verdad oculta, de desenmascarar a los conspiradores y corruptos, responsabilidad que la convierte en el así llamado “cuarto poder” del Estado, hace mucho que la prensa abdicó. Y cuando “cuarto poder” entra en contubernio con los otros tres poderes, no sólo pierde su relevancia, su razón de ser y renuncia a su poder, sino que se transforma en otro brazo de la opresión de los dueños del dinero privado, que también mandan sobre el dinero público.


Ser dirá, oh, pero cuán ingenuo ha sido usted cuando eso siempre ha sido así. La prensa cómplice y la propaganda son historias muy antiguas, sin duda, y ciertamente era de esperarse de unos más que de otros. Pero enterarse uno poco a poco de que esos otros, en quienes se confió porque, en su momento, fueron contestatarios, hoy caminan obedientemente tras la falsa narrativa que tiene la supervivencia de la vida en el planeta colgando de un hilo, se queda uno sin aliento, mirando de lado a lado, buscando respuesta en el aire vacío. Mientras recuerdo con el entusiasmo los artículos de Seymour Hersh desmintiendo la narrativa de las “armas de destrucción masiva” que poseía Iraq que sirvió de excusa para la guerra del 2003, así como revelándole al mundo los abusos de EEUU en la prisión iraquí de Abu Ghraib, hoy veo con angustia a la misma publicación sucumbir ante la narrativa hegemónica de la rusofobia, de Putin el demonio encarnado y de la OTAN, Occidente y Ucrania los paladines de la libertad y la democracia del planeta. Medios ayer contestatarios, insobornables, hoy colaboran felices o son víctimas de la misma narrativa falsa, arrodillados ante la fabricación de noticias en torno a una guerra con miles de muertos, cuya consecuencia segura será el deterioro peligroso de las relaciones de Occidente con Oriente, cuando no el fin de la vida sobre la Tierra. Todos se han puesto al servicio de un orden mundial basado en reglas que nadie sabe cuáles son ni se cuestionan, y que las naciones de Occidente imponen por derecho propio al resto del mundo sin que a ellas les apliquen.


Los acontecimiento reales de la guerra seguirán su curso pese a lo que los medios occidentales pretenden informarnos, y dicho curso será demoledor para esta narrativa en la que se han embarcado. Ese, precisamente, será el resultado de esta aventura narrativa de los medios, una crisis masiva de confianza en la prensa que tendrá como resultado su pérdida de poder de fiscalización y de simpatía, dándole la razón a aquellos extremistas de tiempo atrás que, por otras narrativas, venían denunciando esta práctica de “fake news” en los medios.


Y la crisis vendrá porque Rusia, esa famosa “estación de gasolina disfrazada de país” que quisieron vendernos, que colapsaría de inmediato bajo las sanciones económicas, incapaz de enfrentar militarmente a Occidente (la OTAN), escaso de misiles y de armamento, tecnológicamente atrasado y desmoralizado, dirigido por un demente con cáncer en el pie que funciona desde el delirio, ganará contundentemente la guerra. Cuando esto se finalice, ya que está en proceso de ocurrir, los medios que tanto nos vendieron la versión de los acontecimientos opuesta a la verdad tendrán una labor difícil para justificar lo que será evidente para el mundo entero.


Presumo, no obstante, que sabrán virar la tortilla y apretar la tuerca, al menos por el momento, bien sea relegando la situación en Ucrania a un segundo plano, o bien sea mediante una narrativa sustituta que estimen convincente. Pronto veremos por dónde salen los tiros. Lo que sin duda es cierto es que la prensa actual de Occidente tiene una opinión muy pobre de la población a la que informa, es decir, de sus lectores y clientes, lo cual confirma aquella advertencia que nos dejara Mark Twain de que más fácil es engañar a alguien que convencerlo de que está siendo engañado.


Barrunto una crisis de credibilidad de las poblaciones de Occidente con sus medios tradicionales que pondrá en jaque a muchos gobiernos, particularmente europeos, ante el surgimiento de una verdad que será difícil de tapar o disimular. La derrota de Ucrania será la derrota de la OTAN, que a su vez será la derrota de Estados Unidos como poder hegemónico en el mundo, poder del cual no está dispuesto a rescindir bajo ninguna circunstancia, aunque ello implique la destrucción del planeta en un holocausto nuclear. Debemos recordar en este punto que los políticos que son líderes de Occidente hoy no son los hombres de estado líderes de Occidente durante los peligrosos tiempos de la Guerra Fría, cuando un evento como la crisis de los misiles de Cuba pudo contenerse y evitar que desembocara en el Armagedón. Los líderes de hoy, por el contrario, y para desgracia de la Humanidad, son como Francisco Andante, sin reversa, lo de ellos es pa’lante, aunque el mundo arda y la vida sobre el planeta se extinga. Vivimos momentos extremadamente peligrosos sin percatarnos de ello, y sólo porque los medios, en su afán por vendernos una versión de la realidad distinta a la verdadera, nos mantendrán en la ignorancia hasta que veamos los hongos gigantes en el horizonte y nos preguntemos qué son esas luces tan extrañas.


Foto de Jazmin Quaynor en Unsplash


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