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La economía de consumo

  • Foto del escritor: Juan Bauzá
    Juan Bauzá
  • 16 feb
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 18 feb



Recuerdo como ahora cuando, a partir de los años 90, la idea más sensata de un industrial norteamericano fue aprovechar los bajos salarios en China y mover su producción hacia allá. Por supuesto, las leyes básicas del capitalismo y la ganancia lo exigían. Quien no participaba del “offshoring” que llamaban, corría el riesgo de quedarse atrás. Casi todos los gigantes de la tecnología norteamericanos movieron su producción hacia el Gigante de Asia, confiando en que el gigante se mantendría siempre estúpido y nunca aprendería lo que le pedían que hiciera. De modo que esos miles de empleos diestros que antes se pagaban en Estados Unidos, se comenzaron a pagar en China a una fracción del costo. Resultado, la desaceleración industrial y económica de los Estados Unidos, razón por la cual su economía creció en un promedio de 2-3% mientras la China crecía a 9-14%, y al 6-8% en años recientes.


En aras de lograr que la población norteamericana se tragara esa realidad, se introdujo la idea de la “economía de consumo”, la misma idea que nos vendieron en Puerto Rico para justificar una economía improductiva. La falsa idea de que se podía vivir de consumir sin producir creo grandes fortunas para unos pocos y gran miseria otros muchos, lo cual aceleró el inevitable proceso que sufren todas las sociedades que dejan su economía en manos del capitalismo irrestricto, no planificado y descentralizado: las riquezas se acumulan en pocas manos. Por supuesto, siendo la principal potencia industrial de su momento, a los estadounidenses les tomó demasiado tiempo entender lo que les pasaba. Y cuando vinieron a ver, ya los políticos culpables de la debacle andaban echando arena en los ojos con el cuento de los inmigrantes robándole empleos a los norteamericanos.


Los problemas económicos de Estados Unidos se centran en este problema de estar camino a dejar de ser el principal motor económico del mundo, tragedia de su propia hechura. China les ha ganado en su propio juego, el juego del capital, y otros países, como India, van camino de lo mismo. La mera idea de que los problemas económicos de una economía con un PIB de $29T y una población de 330 millones se deban a 10 millones de inmigrantes, probablemente la gente más pobre de los Estados Unidos, sólo puede clasificarse como vivir en negación, señal contundente de un imperio en caída.





 
 
 

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