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  • Foto del escritorJuan Bauzá

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Actualizado: 18 feb 2023




Somos afortunados. Nos encontramos en el umbral de los tiempos. Seremos testigos de un momento definitorio de la historia humana. Mal llevado, desde luego, este gran evento pudiera significar el fin de nuestro devenir como especie; bien llevado, podría significar el comienzo de una nueva etapa evolutiva para la Humanidad entera. Sin duda, mientras un solo ser humano permanezca con vida, la historia humana, técnicamente, continúa, mas no será ya la historia de toda la especie sino la de un superviviente. Por tanto, será fortuna para quienes consideramos que ver y vivir, para bien o para mal, este instante trascendental de nuestro devenir sobre el planeta, realmente vale la pena. Será infortunio, no obstante, para quienes viven aferrados a las formas actuales de vida, dado que muchas de ellas serán transformadas desde la raíz.

El cambio, de no manifestarse el cataclismo nuclear que nos impida verlo, será en las cosas más fundamentales, quedando trastocados muchos de los conceptos y políticas que nos ordenan y que hemos creído inamovibles, en particular lo referente a cómo nos organizamos económicamente, tanto en lo colectivo como en lo individual, y cómo han de relacionarse los pueblos y naciones unas con otras en base a estas nuevas realidades. En efecto, muchos de los conceptos que hoy viven felizmente y que damos por imperecederos, caducarán mañana. El concepto mismo de que una nación debe convertirse en una nación poderosa, con aspiraciones de dominio sobre otras, quedará en el pasado, sustituido por el concepto de la nación fuerte, centrada en el bienestar de su sociedad, no en la conquista y expolio de otras; la idea de que es imposible crear un sistema monetario internacional que permita el progreso sin endeudar naciones e individuos será pronto estimada como absurda.

Por supuesto, si queremos ser testigos de estos eventos y no meras víctimas, debemos considerar que nuestra relación con la tecnología, con los medios sociales y con la cultura contemporánea creada en torno a ellos, paradójicamente, ha facilitado el desarrollo de condiciones que nos alejan del conocimiento que nos permite vislumbrar la verdad. Como por una inverosímil máquina del tiempo, hemos requintado a tiempos casi presocráticos, cuando los sofistas campeaban por su respeto y aún vivían entremezcladas la verdad y la opinión. Este impensado proceso de deshelenización que vive nuestra cultura actual, en el que la razón, la causalidad, la lógica simple, han sido arrestadas, o más bien arrastradas por teorías académicas que socavan las bases mismas del andamiaje racional, ha hecho que para muchos sea difícil comprender la complejidad y trascendencia de los tiempos que vivimos. Vale señalar que estas formas enrevesadas del pensamiento, junto con las tantas especulaciones académicas que las acompañan y la propaganda mediática que las impulsa, pueden considerarse síntomas de un proceso mayor de involución histórica en Occidente que se aproxima a una etapa definitoria.

Ante esta situación, se impone la necesidad de buscar alguna metodología que nos permita regresar a la indagación socrática, penetrar de nuevo la materia informe de la opinión desinformada, reconociendo que la verdad fue en un momento también una opinión que logró sobrevivir al foro de las ideas, al fuego de la información empírica y a las presiones de la razón lógica. Se impone, por tanto, la necesidad de desarrollar esta nueva metodología racional mediante la cual podamos identificar y separar la opinión cruda del dato empírico, llegar a conclusiones que se acerquen a realidades verificables, y tomar decisiones que funcionen dentro del mundo que nos tocó.

Este nuevo blog/vblog que inauguro se pone como meta casi imposible de comenzar, siquiera rústicamente, la labor de desarrollar formas del pensar que nos permitan repescar la verdad entre el agua turbia de la propaganda y la mera opinión, de modo que estemos mejor preparados para enfrentar la encrucijada histórica que nos tocará vivir en los próximos años. Para ello, resulta imprescindible sumergirse en fuentes de información alternativas, escuchar la opinión de los expertos y hacer el trabajo de corroboración que, en tiempos modernos, parece estar ausente de los medios informativos más reconocidos. Vale la pena subrayar que las verdades, como en todos los tiempos y edades, muchas veces incomodan, y que el mundo del poder se sostiene gracias a evitarlas.

Quizás erróneamente, puesto que nada hay más subjetivo que un vaticinio, he recurrido al concepto del barrunto, de la percepción remota, de la profecía informada, como instrumento primitivo para intentar establecer la metodología que nos permita destilar un poquito de verdad, tal y como no las ofrece la realidad que nos circunda. El barrunto, entonces, como barrena que penetrara las barreras del presente, permitiéndonos atisbos, vislumbres del futuro que nos espera; o barrunto como saeta que cruzara las capas de la opinión y la manipulación mediática para dar en el blanco de lo por venir. Así, barrunto como adelanto bien estudiado de un evento que, al corroborarse, corrobora a su vez el método que lo propuso.

Los eventos globales que ya están a la vuelta de la esquina sacudirán cada fibra del alma humana y cada célula de los cuerpos que la contienen. Serán, sin duda, tiempos violentos, tiempos de sufrimiento, tiempos de agobio pero que, pese a ello, nos reafirmarán en nuestra humanidad como único recurso para encontrarle solución a las grandes tragedias que nos aguardan.


Foto Hasan Almasi

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