Juan Bauzá
Día primero de la tormenta económica


Hoy Puerto Rico hizo su primer impago de peso, lo cual equivale a un pecado capital en el mundo de las finanzas internacionales. Claro, las naciones no-pudientes le huyen al impago de deuda como el diablo a la cruz, mientras que las pudientes, después de que han hecho escante, se les perdona la deuda y hasta se les presta de nuevo para que se recuperen.
Para un país como el nuestro, no-pudiente, no pagar equivale a un cataclismo natural. Acostumbrados a los fenómenos climatológicos, este primer impago masivo correspondería a las primeras ráfagas huracanadas. Aunque el ojo de la tormenta todavía no llega, ya se supone que estemos recogidos en las casa listos para lo peor, y tal pareció ser la consigna del día. En el Viejo San Juan se sentía el aire pesado y el espíritu liviano que presagia catástrofe ciclónica.
Voy al lavamanos y sale agua por el grifo. Tiro la cadenita y se enciende la bombilla. Llegó hasta el cajero automático y me suelta algunos billetes. Voy hasta el supermercado y hay alimentos en las góndolas. De regreso, meto el pie en un hueco de la calle que casi me hace reventarme y morder la brea; una rueda de un carro aquí rompe goma y dobla aro. Vuelvo a mi casa sin que un cuchillo me visite la garganta o una pistola la sien y sin que unas manos ajenas me despojen de los billetes. Un pájaro en el alambre canta.
Observo por el balcón de mi casa y todo luce normal. Menos actividad que lo usual, sin duda. También es escaso el movimiento en los comercios. Mucha cara larga de dependientes en las puertas de las tiendas, eso sí, más un cielo nublado y un ambiente un poco tétrico. Así se inicia la tormenta.